La verdadera Navidad nace en el corazón

Publicado en por J. Javier Aponte Parsi

“Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el meson”. (Lucas 2:7)

 

     Jesús nació predestinado para ser Rey (Jeremías 23:5), pero su reino nunca fue de este mundo (Juan 18:36). Lejos de rodearse de las riquezas o placeres mundanos, este mismo rey que nació en la más extrema pobreza, nos instó a dejarlo todo y seguirlo.

     “Dícele el mancebo: Todo esto guardé desde mi juventud. Entonces Jesús le miró, y sintiendo cariño por él, le dijo: Solo te falta una cosa. Anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.   (Marcos 10:20-31)     

     El Deseado de Todas las Gentes, por Elena G. de White, nos dice:
“Era el divino Hijo de Dios, y sin embargo, un niño impotente. Siendo el Creador de los mundos, la tierra era su posesión; y, sin embargo, la pobreza le acompañaba a cada paso en esta vida. Poseía una dignidad e individualidad completamente distintas del orgullo y arrogancia terrenales; no contendía por la grandeza mundanal; y estaba contento aun en la posición más humilde. Esto airaba a sus hermanos. No podían explicar su constante serenidad bajo las pruebas y las privaciones. No sabían que por nuestra causa se había hecho pobre, a fin de que "con su pobreza" fuésemos "enriquecidos.” (2 Corintios 8: 9)  ”.                         

     Los apóstoles se hicieron eco de este mensaje y así quedó plasmado en la Biblia. El apóstol Juan, en su primera carta, nos insta a no amar al mundo “ni las cosas que están en el mundo”. 

“Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.  Porque todo lo que hay en el mundo -- los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la soberbia de la vida--, no procede del Padre, sino del mundo. Y en el mundo los deseos se pasan. En cambio, el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1 Juan 2:15-17)                            

     En esa misma línea, el apóstol Santiago nos recuerda cómo Dios eligió a los pobres de este mundo, “para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman” (Santiago 2:5). 

Más adelante nos exhorta a “Amar a nuestro prójimo como nosotros mismos” (Santiago 2:8) y nos recuerda que “la fe sin obras es fe muerta”.

     Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? (Santiago 2:14-16) 

     Por eso, el mejor homenaje que podemos hacerle a Jesús en esta Navidad es seguir su ejemplo y ayudar a nuestro prójimo. Ese prójimo que casi siempre está más cerca de lo que pensamos y ante el cual, teniendo los medios para darle la mano, optamos por seguir de largo, como hicieron el sacerdote y el levita cuando se toparon con aquel hombre herido en el camino, quien terminó auxiliado por un samaritano. (Lucas 30-37) .

     El verdadero significado de la Navidad no es el consumismo, ni los regalos, la bebelata o la comelata,  como se ha desvirtuado. Y esta realidad no la combatimos diciéndole a los niños que es el Niñito Jesús, y no Santa Claus,  el que trae los regalos, sino permitiendo que Cristo nazca en cada uno de nuestros corazones y convirtiéndonos en portadores de esa luz con la que alumbró al mundo.

      Una niña le preguntaba a su Papá, “¿tú crees que tío, que viaja tanto y conoce tanta gente pueda darle un recado a Santa Claus?” “Me imagino que sí”, le respondió su padre. “¡Qué bueno!”, ripostó ella. “Voy a llamarlo para que le diga que el único regalo que yo quiero este año es que nos vuelvan a conectar la luz”. La familia de esta niña estaba condenada a pasar el día de Navidad a oscuras, porque no había podido pagar la factura de electricidad. Pero el tío, sabiendo ésto le dijo a su hermano, “mira a ver si puedes pagar aunque sea un mes” y se fue tranquilo con su familia a pasar sus vacaciones de Navidad fuera del país, porque el asunto no era con él.

     El apóstol Juan advirtió: 

“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos ni de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad”. (1 Juan 3:17-18).

     Dios, que nos amó tanto que “ha dado a su hijo unigénito para que todo que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3-16), no nos juzga a base de cuánto tenemos, sino de lo que está en nuestro corazón.

     “Y mirando, vio Jesús a los ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. Y vió también una viuda pobrecilla, que echaba allí dos blancas.  Y dijo: De verdad os digo, que esta pobre viuda echó más que todos: Porque todos estos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; mas ésta de su pobreza echó todo el sustento que tenía”. (Lucas 21:1-4) 

Entreguémosle nuestro corazón a Jesús está Navidad para que lo transforme en un corazón puro. Solo así entenderemos el verdadero significado de la Navidad. 

     “Crea en Mí, oh Dios, un Corazón puro y renueva un Espíritu firme dentro de Mí”, (Salmo 51:10 )

¡Felicidades!

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F
<br /> Muchas felicidades en el inicio de "blog" magnifico articulo para comenzar. Te deseo mucho exito hermano!!!<br /> <br /> <br />
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